26 sept 2008

DIA 13 (1/4): Templos en Nikko

El primer punto de interés es el Shin-Kyo, el puente de los dioses, una de los puntos más fotografiados de Nikko. El puente cruza el río Daiya, y antiguamente solo podía ser atravesado por la nobleza. No hace muchos años lo abrieron para quien quiera cruzar pagando, aunque salvo que te haga mucha ilusión, las mejores vistas las tienes desde el puente anterior.

El puente de los dioses

Subiendo hacia la zona de los templos, encontraras unas taquillas donde podrás comprar el “combination ticket”, una tira de tickets que cuesta 1000¥ que te permite la entrada al Rinno-ji, Toshu-go, Futurasan-jinja y Taiyuin-byo, es absolutamente indispensable, ya que todas las visitas merecen la pena y las entradas separadas cuestan alrededor de 600¥ cada una.

Nosotros vimos en primer lugar el Rinno-ji, que se encuentra junto a las taquillas del “combination ticket”, dentro del templo, lo más destacado es una sala con tres grandes budas de madera.

Rinno-ji

Desde aquí, el resto de la visita es bastante mágica, todo el complejo de santuarios y templos está situado entre altísimos cedros japoneses, todos muy cerca unos de otros, y con la única pega de que es posible que te acompañe una marea de turistas japoneses. En nuestro caso fueron cientos de shin-chanes, de diferentes colegios, cada grupo con gorras de diferente color .

Shin-chanes

Toda esta zóna esta rodeada por altísimos cedros

Pablo y yo nos divertimos un rato compitiendo a ver a quien le respondían más chavales cuando les decíamos ¡konnichiwa! No quedó claro el ganador, y a mi me quedaron las ganas de reclutar a un ejercito de estos chavales y someter a la gente a mil años de dolor a base de Kanchos.


Continuando la visita, el siguiente santuario es posiblemente el más espectacular de Nikko, el Tosho-gu, dedicado a Tokugawa Ieyasu (muerto en 1616), uno de los personajes más importantes de la historia de Japón, fundador del Shogunato Tokuwawa, al frente del país hasta la Restauración Meiji de 1868. Este santuario posiblemente sea el más espectacular de Nikko.

Los almacenes sagrados

A la entrada hay una colorida pagoda de 5 pisos originaria de 1650, pero reconstruida hace 200 años, y que cuenta con sistema anti-terremotos. Nada más entrar hay un patio grande donde se encuentran los Sanjinko (tres almacenes sagrados), con unos conocidos e imaginativos relieves de elefantes, realizados por alguien que no había visto nunca un elefante. Los establos sagrados albergaban hasta hace poco la talla de un caballo blanco, pero cuando lo visitamos, tenía como huésped, un majestuoso caballo blanco donado por Nueva Zelanda. El establo está decorado con uno de los símbolos de la ciudad, los tres monos sabios de Nikko que representan “No escuchar maldades, no decir maldades, no ver maldades”, tres principios del budismo Tendai..


¿Por qué son representados con monos? En japonés “mizaru, kikazaru, iwazaru” significa “no ver, no oír, no hablar”, el sufijo –zaru es una forma arcáica de conjugación negativa de verbos, pronunciada de igual forma que saru, que significa “mono”.

El patio del Tosho-gu

La Yomei-mon al fondo

Justo antes de la Yomei-mon, y a la izquierda de esta, hay una sala que no debes perderte, la Honji-do, conocida por la demostración que hacen los monjes del “rugido del dragón”. Hay una figura de un dragón en mitad de la sala, y los monjes golpearan dos palos en diferentes lugares de la sala, sin que se aprecie nada especial. Pero en un punto concreto de la sala, justo delante del dragón, la reverberación que produce el golpe de los palos entre si es especial. Si estas atento, no te decepcionará.

Yomei-mon

La Yomei-mon, es una espectacular puerta muy recargada de detalles, se dice que por temor a la envidia de los dioses tras haber creado una obra tan perfecta, la última columna fue colocada al revés deliberadamente. Dentro hay varias salas, con pinturas de los 36 poetas inmortales de Kyoto, y de 100 dragones, todos ellos diferentes.

Desde aquí también se puede continuar la visita pagando 520¥ más, viendo el fotografiadísimo Nemuri-neko, una pequeña escultura de un gato dormido, sin más. Y pudiendo subir hasta la tumba de Ieyasu Tokugawa, esta visita adicional no estaba especialmente recomendada, al parecer lo más interesante es el paseo entre los cedros, y nos dio pereza tras ver la riada de turistas y niños que entraban.

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