Desde Okayama, hay trenes directos a Kotohira, que iba a ser nuestro destino dentro de Shikoku (la más pequeña de las cuatro islas principales de Japón), a donde íbamos buscando pasar un par de días fuera de las rutas turísticas más convencionales, en un lugar más rural. Kotohira me pareció un buen destino, pues está bien conectado con Honshu y se pierde poco tiempo llegando hasta allí, es pequeño, tranquilo y con cosas que ver. Para llegar a la isla de Shikoku hay que atravesar el puente Seto-Ohashi, de 13.1 kilómetros, todo un prodigio de la ingeniería civil, que lo convierte en el puente de dos plantas (autopista y vías de tren) más largo del mundo. Fue el primer puente que conectó Honshu con Shikoku, abierto desde 1988, y sigue siendo el único para entrar con tren. La construcción se apoya en numerosas islitas que salpican el camino, las vistas desde el tren del Mar Interior merecen al menos mantenerse despierto mientras lo cruzas.

La cena la sirven únicamente a las 7, y aunque fue deliciosa, el aumento de precio me parece excesivo, por 2100¥ nos podíamos haber dado un festín en cualquier otro lado, y sobrarnos para el desayuno. De todas formas cenar en un ryokan también es algo típico que queríamos probar, la cena fue abundante, con arroz a discreción, udon frio, tempura, calamar y pescado crudo, una especie de trucha al horno con mayonesa y alguna cosilla más.
Ya de noche salimos a dar una vuelta por el pueblo, que estaba desierto, pero que resulta un lugar con bastante encanto, con un pequeño río que lo atraviesa justo al lado de nuestro ryokan y muchas tiendecitas de camino al templo que veríamos mañana.
1 comentario:
Jajaja, grandes las fotos de Kotobuki, tanto las cuchareteras como la de Lolo (siempre grande!) que me recuerda al monje del Informal de "Me congraaaatulaaaagggg..."
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