Tras el Chion-in de este templo nos dirigimos a la zona Norte de Higashiyama, todo a pata. Al lado del Museo Municipal de Arte y del Zoo, hay un torii enorme, justo tras cruzar un canal de Kamo-gawa.
Siguiendo la dirección del canal hasta más allá de su final, se encuentra el Nanzen-ji, otro templo del estilo del anterior, aunque menos espectacular, también tiene un jardin Zen por el que se paga aparte, no entramos, pero tras ver las fotos ahora me arrepiento. Muy cerca del Nanzen-ji, empieza el Tetsugaku no michi (Camino de la filosofía), un paseo de algo menos de dos kilómetros, y que al parecer es uno de los mejores sitios de Kyoto para ver los cerezos en flor. En verano es simplemente un paseillo agradable a lo largo de un canal, que te acerca a otros templos más al Norte. El Honen-in, es otro templo Zen, más pequeño, pero escondido en un enclave que da la mayor parte de su encanto, la entrada también es gratuita.
Por ultimo nos queda otro plato fuerte, el templo más al Norte de todos los que vimos hoy fue el Gingaku-ji, el pabellón de plata. La entrada son 500¥, y como los japoneses son muy legales, ya nos avisaron antes de pagar de que el pabellón principal estaba en restauración, una vez aquí ya no nos importó, pero fue una pena no tener la vista famosa del templo con el jardín de arena blanca, o el estanque y el edificio detrás. Aún así, solamente los jardines merecen ya la pena, este templo es de los más abarrotados y tienen un circuito marcado que se recorre en menos de 10 minutos si no vas con un poco de pausa. A pesar de su nombre, la intención de recubrir el pabellón con plata del shogún Ashikaga Yoshimasa, nunca llego a cumplirse, pues los Ashikaga entraron en declive. Su abuelo Ashikaga Yoshimitsu si había logrado forrar parte del pabellón de oro del metal que le da nombre, y que veremos en un par de días.
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